Nuestro lago Titicaca agoniza lentamente y candidato propone

Poblaciones bolivianas y peruanas no cuentan con plantas de tratamiento o son muy deficientes. Candidato V36 de Unión por el Perú propone una planta moderna de tratamiento de residuos contaminantes y embarcaciones de recolección

El Titicaca, lago navegable a mayor altura del mundo, protector de civilizaciones antiguas y de un ecosistema único, enfrenta una lenta muerte debido a la contaminación, ahora sus aguas traen pañales, plásticos y baterías. Según especialistas, distintas especies de aves que se zambullen, como gaviotas, flamencos y patos, con el riesgo de quedar afectadas por la contaminación de un agua que emite gases tóxicos.

El director de Medio Ambiente del municipio de Copacabana, Emilio Chino, admitió que las poblaciones bolivianas aledañas al Titicaca no tienen plantas de tratamiento de aguas. En su jurisdicción, esta instalación “está en etapa de licitación”.

El lago navegable a mayor altura del mundo, protector de civilizaciones antiguas y de un ecosistema único, ahora sus aguas traen todo tipo de contaminantes. Distintas especies de aves que se zambullen, como gaviotas, flamencos y patos, con el riesgo de quedar afectadas por la contaminación de un agua que emite gases tóxicos y liquidos contaminantes para la vida.

Un hombre recostado a pleno sol en una solitaria balsa de madera escucha el ritmo alegre que sale su radio y deja pasar el tiempo. “El agua está entrando con todas sus basuras”, protesta. Su imagen es el retrato de lo que queda de la pesca en la bahía de Cohana, en el lago Titicaca.

El poblador habla del caudal del río Katari, que hasta hace unos años proveía en abundancia. Cada pescador podía sacar entre tres y cuatro galones repletos de mauri o carachi. Ahora sus aguas traen pañales, plásticos y baterías. El lago navegable a mayor altura del mundo, protector de civilizaciones antiguas y de un ecosistema único, muere por la contaminación.

 

 

LA ROCA DEL PUMA

Sagrado para las culturas andinas prehispánicas que habitaron sus costas durante siglos, desde Tiahuanacu al imperio Inca, el lago Titicaca es la puerta por la que miles de turistas llegan a Bolivia, aunque sus leves olas arrastran una bienvenida cada vez más sucia. La “roca del puma” o “puma de piedra”, como cuentan que significa su nombre, ya no refleja la nieve de los Andes.

Esta superficie de 8.562 kilómetros cuadrados situada a 3.809 metros de altura, donde las especies han tenido que evolucionar para adaptarse a las condiciones acuáticas en altitud, es un tesoro arqueológico y natural. La rana gigante es un ejemplo de la exclusividad de su hábitat. Esta especie ha desarrollado una mayor cantidad de piel por medio de pliegues y arrugas para mejorar su respiración en esas aguas, donde hay un 40% menos de oxígeno.

Si a esta dificultad geográfica le añadimos la descomposición generada por agentes externos, obtenemos “un lugar inhabitable para los animales”, resume el biólogo Darío Achá, director de la Unidad de Calidad Ambiental de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz. En su lado boliviano, el Titicaca está separado por el estrecho de Tiquina en el lado boliviano, que divide sus aguas en el lago Mayor, (noroeste) y en el Menor (sudeste). La profundidad máxima del lago Mayor es de 250 metros, mientras que la del Menor apenas alcanza los 40 metros, por lo que la incidencia de la contaminación es mayor

El Titicaca y toda su cuenca, desde el río Desaguadero hasta el lago Poopó, a unos 400 kilómetros al sur, es fundamental para el ecosistema del altiplano norte de Bolivia, mucho más húmedo y de suelos más fértiles. También es un factor de regulación de la temperatura en la cordillera andina y en urbes como La Paz y su vecina de El Alto, que suman dos de los once millones de habitantes que tiene Bolivia. El río Katari, al que se refería el poblador, conduce parte de las aguas residuales de El Alto, Viacha y Laja.

El pesimismo del comunario induce a Acha a decir que, en pocos años, las aguas oscuras, en cuya profundidad se ha asentado una gran masa negra como la de las alcantarillas, llegarán hasta Suriqui, una pequeña isla que sirve de referencia para adentrarse a una de las zonas con más profundidad del sector boliviano del lago.

 

INFESTADO POR LAS ALGAS

Ya “no se puede vivir en el lago”, lamenta Alfredo Machicado, pescador desde hace 45 años. Machicado es miembro de una asociación de catorce pescadores que, en sus mejores momentos, tuvo 60 integrantes. Trabaja en un sector donde el agua se mantiene en el umbral de contaminación y todavía es clara. Ha optado por permanecer ahí a pesar de obtener pocas capturas, porque a su edad ya le es difícil cambiar de actividad.

“La situación está mal. Las plantas, la totora y la tierra, el agua son sucias, no se puede entender”, añade Max Catari, un balsero de unos 80 años que se ha dedicado toda su vida a transportar visitantes. 

En el trayecto, Catari extrae un poco de totora contaminada, una planta típica del lago, para llevarla a un museo comunal y así mostrar lo que están provocando los residuos urbanos. Recuerda que hace varios años había tantas ranas como piedras en los alrededores, pero la contaminación provocó que su número disminuyese y que las plantas subacuáticas muriesen.

Parte de las aguas de Cohana están infestadas por algas que han crecido en la superficie. Los comunarios afirman que son plantas “malas”, consecuencia directa de la suciedad. La totora, útil para alimentar el ganado y para la construcción de balsas, ha crecido hacia el interior del lago, pero está marchita, con sus raíces y tallos podridos. Las raíces blancas de estas plantas se han vuelto amarillentas o color café, y así no sirven para alimentar ganado, puesto que los animales las rechazan. Tampoco sirven para los lugareños coman el cogollo, conocido como “chullo”.

 

Un auténtico tesoro de la fauna andina en peligro de extinción

SERFOR informa la muerte de más de 10 mil ranas en río Coata (Puno). Los expertos señalan a la contaminación como la causa de la muerte de estos anfibios. Este anfibio es una especie endémica del lago que comparten Perú y Bolivia, y por eso se la conoce como rana gigante del Titicaca. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declaró esta especie en peligro crítico de extinción en 2004. La semana pasada, ciudadanos de la región de Puno, en Perú, dieron la voz de alarma porque estaban apareciendo muchos ejemplares de esta rana gigante muertos.

El Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) de Perú realizó un primer muestreo del río y encontró evidencias de que habían muerto alrededor de 500 ranas en una franja de 500 metros. Un estudio más detallado estima que han sido 10.000 ejemplares de rana gigante en una distancia de 50 kilómetros las que han muerto en el río Coata. De la misma manera en Bolivia. Roberto Elías, veterinario responsable del programa Perú del zoológico de Denver e investigador de la Universidad peruana Cayetano Heredia, respondió a la petición de ayuda del Serfor para realizar la investigación de lo ocurrido con las ranas. Elías es experto en anfibios y lleva trabajando en un programa para la conservación de la especie de rana gigante del Titicaca desde 2010. 

 

MASA OSCURA EN EL FONDO

El antecedente más reciente y complejo de contaminación en la bahía de Cohana se produjo en 2015, cuando hubo un “crecimiento vegetal descontrolado” que impactó en gran parte de la vida acuática, recuerda Achá, que realiza investigaciones periódicas de ese sector desde 2012. Este fenómeno está relacionado con la descarga de aguas contaminantes procedentes de ciudades cercanas, y el resultado es un lento proceso de muerte de las aguas.

La contaminación de Cohana se produjo por exceso de nitrógeno y fósforo, que se encuentran en la orina y las heces humanas que llegan hasta el lago por los alcantarillados. Esas aguas, al no recibir un tratamiento, “estimulan” el crecimiento de vegetación en la superficie, que afecta a las plantas en el fondo y contribuye a que los niveles de oxígeno de las aguas disminuyan. 

La mayoría de los peces puede escapar, pero las ranas no. Algunos estudios muestras poblaciones enteras de esta especie “gravemente afectadas o extintas”, apunta el científico. Las aguas del Titicaca son el hábitat de distintas especies de aves que se zambullen, como gaviotas, flamencos y patos, con el riesgo de quedar afectadas por la contaminación de un agua que emite gases tóxicos.

“Se ha observado mortandad de aves. Sospechamos que la explicación es que se han liberado grandes cantidades de sulfuro de hidrógeno a la atmósfera”, argumenta.

Este compuesto procede de una especie de masa oscura que descansa sobre el fondo, de la que emanan gases “neurotóxicos” que incluso se pueden percibir fuera del agua y que son “totalmente letales”. “No es un proceso inmediato, es algo que viene ocurriendo unos treinta años por lo menos (...) y recién estamos comenzando a ver las consecuencias de ese proceso lento de contaminación”. Lo que ocurrió en 2015 fue “evento aislado”, pero sus efectos se mantienen y “podría llegarse a repetir” en cualquier momento, advierte.

 

SALVAR EL LAGO SAGRADO

Las acciones por la preservación del Titicaca comenzaron una nueva etapa en 2016, con un encuentro entre los Gobiernos de Bolivia y Perú. Ese mismo año el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó un préstamo de unos 86 millones de dólares para contribuir a las labores de limpieza del lago en Bolivia y su afluente, el río Katari.

La financiación se destinó al tratamiento de aguas residuales, la conexión de viviendas al sistema de alcantarillado y la disposición de los residuos sólidos en rellenos sanitarios en la cuenca del Titicaca. En 2018 comenzó la ampliación de la planta de tratamiento de aguas residuales de Puchukollo, en El Alto, que recibe parte de los deshechos de la ciudad y que se construyó hace veinte años, según el Ministerio de Medio Ambiente y Agua de Bolivia.

Gabriel Romano Fuente El Diario Bolivia

(EFE)


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